La responsabilidad civil contractual[1]
ha sido definida por la doctrina especializada como aquella que resulta de la
inejecución o ejecución imperfecta o tardía de una obligación estipulada en un
contrato válido[2]. De este modo, el concepto de responsabilidad civil contractual se ubica
en el contexto de un derecho de crédito de orden privado, que solo obra en un
campo exclusivo y limitado, vale decir, entre las partes del contrato y
únicamente respecto de los perjuicios nacidos de ese negocio jurídico.[3] En tanto que la responsabilidad civil
extracontractual, también denominada delictual o aquiliana, es aquella que no
tiene origen en un incumplimiento obligacional, sino en un “hecho jurídico”, ya se trate de un delito o de un ilícito de
carácter civil.
Esta clasificación, en la que se sustenta una tesis dualista[4] de la responsabilidad civil,
parte de la consideración de que es preciso hacer una clara distinción entre los efectos que genera el ejercicio de
la autonomía de la voluntad privada, plasmada en el acuerdo de voluntades que
es ley para las partes (contratos) y los que se producen como consecuencia de
la voluntad del Estado plasmada en la ley[5].
La legislación colombiana, regula en títulos distintos del mismo Libro
del Código Civil, las consecuencias del incumplimiento en materia contractual y
las de los hechos jurídicos. En el título XII se ocupa “del efecto de las obligaciones” - artículos 1602 a 1617-; y en el XXXIV – artículos 2341 a 2360- de “la responsabilidad civil por los delitos y
las culpas”, estableciendo respecto de cada tipología las reglas que gobiernan
la indemnización de los perjuicios irrogados.
La jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, ha desarrollado esta
concepción dual de la responsabilidad civil, separándose explícitamente de una
concepción unitaria, y destacando la importancia que tiene esta diferenciación
en la práctica judicial, más allá de simples propósitos académicos y teóricos.
Así ha indicado que “El Código Civil
destina el título 12 de su Libro Cuarto a recoger cuanto se refiere a los
efectos de las obligaciones contractuales, y el título 34 del mismo Libro a
determinar cuáles son y como se configuran los originados en vínculos de
derecho nacidos del delito y de las culpas. (…) Estas diferentes esferas en que
se mueve la responsabilidad contractual y la extracontractual no presentan un
simple interés teórico o académico ya que en el ejercicio de las acciones
correspondientes tan importante distinción repercute en la inaplicabilidad de
los preceptos y el mecanismo probatorio[6]”
La Corte Suprema de Justicia ha considerado así mismo que si bien es consciente
de cierta tendencia doctrinal a unificar los tipos de responsabilidad,
contractual y extracontractual, sobre la base de la existencia de algunos
puntos de contacto, descarta la validez de dicha opción como quiera que es el
propio legislador quien ha previsto regulaciones autónomas:
“Cuando
se acuda a teorías como la que pregona la unidad de la culpa civil o a
cualquiera otras de alcance similar, orientadas a poner de manifiesto por
diversos caminos que sólo son accesorios o secundarios los matices
diferenciales que registran los dos tipos de responsabilidad en cuestión, algo
sí resulta ser indiscutible y es que en la tarea de distinguirlos e imprimirles
el correspondiente tratamiento jurídico siempre habrá de tenerse en cuenta que
la responsabilidad llamada “contractual”, concreta por esencia, juega de
ordinario entre personas que se han ligado voluntariamente y que por lo mismo
han procurado especificar el contenido de los compromisos emergentes del
negocio por ellas celebrado, mientras que la responsabilidad extracontractual
opera entre quienes ha vinculado únicamente el azar y la extensión de los
imperativos de conducta incumplidos en los que toma causa la respectiva
prestación resarcitoria del daño en que dicha responsabilidad se traduce, es
definida con frecuencia con normas de notoria abstracción, lo que en último
análisis lleva a concluir que no es indiferente en modo alguno el régimen en
que de hecho se sitúe una demanda entablada para obtener el pago de perjuicios”[7].
En lo que concierne a la responsabilidad extracontractual, la
jurisprudencia especializada la define como el encuentro accidental fortuito de
una fuente de la obligación resarcitoria generada por mandato legal. Sobre el
particular señala que: “como desde antaño
lo viene predicando la Corporación con apoyo en el tenor del artículo 2341 del
Código Civil, para que resulte comprometida la responsabilidad de una persona
natural o jurídica, a título extracontractual, se precisa de la concurrencia de
tres elementos que la doctrina más tradicional identifica como “culpa, daño y
relación de causalidad entre aquélla y este”. Condiciones estas que además de
considerar el cuadro axiológico de la pretensión en comentario, definen el
esquema de la carga probatoria del demandante, pues es a este a quien le
corresponde demostrar el menoscabo patrimonial o moral (daño) y que este se originó
en la conducta culpable de quien demanda, por que al fin y al cabo la responsabilidad
se engasta en una relación jurídica entre dos sujetos: el autor del daño y
quien lo padeció”[8].
3.5. Una de las consecuencias relevantes de la adopción de la tesis
dualista, ó de unificación, tiene que ver con el alcance de la reparación de
los perjuicios inferidos al acreedor. Si se acepta que las dos clases de
responsabilidad se pueden analizar a partir de elementos comunes, y por ende
resulta admisible un tratamiento unificado, asimilando los efectos de la
responsabilidad extracontractual a los de la contractual, el deudor incumplido
debería reparar integralmente el perjuicio a su acreedor. Si, por el contrario,
se admite la dualidad de efectos, como lo señalan el legislador y la Corte
Suprema de Justicia, el pago de la
indemnización al acreedor puede estar limitado por la autonomía de la voluntad,
y por la naturaleza y alcance de la obligación incumplida.
De ello es posible colegir que en el orden jurídico colombiano es clara
la existencia de una concepción dualista de la responsabilidad civil, por lo
que no se puede confundir el tratamiento de una y otra responsabilidad, las
cuales están reguladas de manera autónoma e independiente en capítulos
distintos del Código Civil, se originan en causas o fuentes diversas y sus
prescripciones en materia de reparación no son coincidentes.
Referencia: Extracto de la Sentencia C-1008/10, expediente
D-8146, de la Corte Constitucional.
[1]
Valencia Zea considera impropia la nominación “responsabilidad contractual”,
señalando que “se le debería llamar responsabilidad por violación de los
derechos de crédito, por cuanto pueden violarse no sólo las obligaciones
nacidas de contrato, sino también las nacidas de cualquier otra fuente.
(Derecho civil tomo III, de las obligaciones, Ed. Temis 1998, pág. 325.
[2]
Jean-Luc Aubert, Introducción al derecho, Paris, Presses Universidad de
Francia; 1979; pp. 117.
[3] Ibìdem.
[4] Existen
corrientes doctrinarias que claman por la unificación (tesis de la unidad) de
una teoría de la responsabilidad civil, al considerar que se trata de una
dicotomía inaceptable comoquiera que las dos responsabilidades comparten
función y características básicas, y se orientan a un mismo objeto consistente
en la reparación del dalo causado, sin importar mucho que este resulte o no de
la inejecución de una obligación contractual. En Colombia Guillermo Ospina
Fernández defiende un régimen unificado de la responsabilidad civil. (Régimen
General de la
Obligaciones , 6ª ed., Temis, Bogotá, 1998, pp. 85 y ss. En
esta tendencia se advierte la propensión a asignar los efectos de la
responsabilidad aquiliana al incumplimiento contractual.
[5]
Geneviéve, Viney, citado por Antonio Barreto, en Algunas consideraciones sobre
el régimen de incumplimiento contractual a partir del principio de reparación
integral, Bogotá, Econta, Uniandes, 2003; pp 6.
[6] Corte
Suprema de Justicia. G.J. T.LXI, pág. 770.
[7] Corte
Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil. Exp. 5099, sentencia de febrero 19
de 1999.
[8] Corte
Suprema de Justicia, Sala Civil. Exp. 5012, sentencia de octubre 25 de 1999.
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